María Yáñez
NORTEAMÉRICA.- La supremacía del más fuerte se revela en esta mexicana cuya madre la sacó adelante trabajando en una fonda; hoy, Ali, construye cohetes que irán al espacio.
Sentada como una clienta más en el mercado de Mixcoac, al sur de la ciudad de México, Alí Guarneros Luna, come con ahínco fríjoles y chiles rellenos en la fonda de una de sus tías. Nadie imaginaría que, a sus 44 años, es la única mujer mexicana que trabaja en la NASA como ingeniero, aquí de visita para impartir una conferencia en la UNAM.
Sonríe satisfecha. Alí es ejemplo de una fuerza que Carlos Darwin denominó “la supremacía del más fuerte‘‘ y explica el porqué ella tiene un pie cerca de Iztapalapa, barrio que la vio crecer, y otro en el espacio sideral como experta en la creación de satélites, cohetes y robots en el Centro de Investigación AMES de la NASA, en Sillicon Valley.
Ali observa con nostalgia el pequeño restaurante. Hace más de 33 años que no lo visitaba: desde que su madre la llevó a vivir a Los Ángeles, California, en donde incorporó el inglés a su vida. Platica despacio, busca las palabras precisas en su español que interrumpe cuando un niño de cuatro años pasa vendiendo artesanías mexicanas.
“Préstame 10 pesos, tía‘‘, pide Alí. El pequeño le entrega una mulita hecha con hoja de milpa y sale corriendo. Ella lo mira perderse por los puestos con aire tristón y luego salta a los recuerdos de su propia infancia.
A los 7 años lo tenía claro. No decía que quería ser astronauta como es lo típico, decía: ‘“quiero ser ingeniera aeroespacial‘‘ un término que descubrió gracias a que su mamá, a pesar de que no terminó la secundaria, llevaba enciclopedias a casa.
Irónicamente el trágico terremoto de 1985 la acercó a esos sueños porque la madre, decidió emigrar con sus hijos y trabajar limpiando casas en EU. Alí, a sus 14 años, tomó el papel del papá que los había abandonado cuatro años antes, justo el día de su cumpleaños: un 8 de diciembre.
Trabajando y estudiando concluyó High School. Tenía esperanzas de ingresar a la universidad pero le faltaba dominar el inglés y mejor se fue a un college para tomar una carrera técnica. Allí conoció al padre de sus cuatro hijos. Dos de ellos, diagnosticados con hiperactividad y el otro, bipolaridad, parteaguas que la hizo regresar a la escuela.
“Leí un estudio que si el padre tenía una educación y estabilidad económica, los hijos tenían más posibilidad de sobresalir, y como ni su padre ni yo teníamos educación, decidí ir por ese diploma (en la universidad San Jose State University”).
En medio de ese camino se volvió madre soltera: no toleró la violencia y el alcoholismo de su pareja. “Un día agarré a mis hijos y me fui de la casa“. Perdió un marido, pero sacó adelante la ingeniería aeroespacial.
En el último semestre un profesor le aconsejó buscar una estancia de prácticas profesionales. “Yo dije que sí, pero a la vez pensaba, ¿quién me va a hablar?, hispana, mujer, con hijos, más grande que cualquier estudiante”. Para su sorpresa, le llamaron de la NASA. Era 2010; para 2013 ya era parte del equipo formal, servidora pública americana.
Desde entonces busca apoyar e inspirar a mujeres, principalmente en México -donde considera que hace falta más empuje- pero casi siempre recibe hombres, una vez, le iban a mandar ‘por fin‘ a dos mujeres del Politécnico, “el problema era que las familias no las dejaron, a una porque ¿cómo se iba a ir con puros hombres a EU? y la otra, se iba a casar“.
– Ninguna decidió luchar- lamenta porque ellas hacen falta en la NASA: hoy las mujeres representan sólo 4% de 17 mil empleados y casi todas en puestos administrativos, lo lamenta también porque sabe que su país es cuna de luchadores y solidarios.
Lo supo desde el terremoto que la llevó al extranjero: la gente se organizaba cuadra por cuadra para ayudar. Hoy, ayudar e inspirar es fundamental para Ali, “mi educación siempre ha sido pública y si a mi me educaron ahora yo voy a tratar de inspirar a las nuevas generaciones”.
“¿Que la gente se vaya a vivir a Marte? Falta un montón, conozco el proceso, trabajo con los astronautas, lo que mandamos a la estación aeroespacial debe tener una alta calidad, muchas veces los materiales en el espacio, empiezan a sacar gases tóxicos, entonces tienes que hacer más pruebas para evitar que dañe a los astronautas. Luego escuchas: ‘Me voy a ir a Marte y yo digo ajá…‘‘.
Mientras tanto lleva paralelamente su lucha terrenal: empujar a más mujeres en la tecnología. La clave, dice: que nadie deje que las circunstancias marquen su destino.

Alí Guarneros muestra a un pequeño intersao en la ciencia cómo funcionan algunos mecanismos de la ingeniería.