Cuando estaba en las clases presenciales de la maestría en creación literaria tenía un maestro que se la pasaba disparando títulos de libros a la menor provocación. Era una máquina de recomendaciones y lo hacía tan rápido y de manera tan natural que una no alcanzaba a anotar todo.
Así que a esa bibliografía humana le pregunté cuál era su libro favorito y pensé que me iba a responder con titubeos (eran tantos los que tenía en la mente), pero no. Lo dijo al instante y sin dudar: Memorias de Adriano.
Ese gesto de seguridad en sus lecturas me hizo pensar que yo había perdido mucho tiempo de mi vida si no había leído ese libro. Por eso lo compré en cuanto terminó la clase aprovechando que la librería está enfrente. Y vaya sorpresa.
En ese contexto aprovecho que pronto viene el día del padre para felicitar a todos aquellos hombres que siendo los hechores del hijo o no se echan sobre sus hombros el placer de formar a un ser humano. Y este libro es un buen ejemplo porque si la autora Marguerite Yourcenar no hubiera tenido el padre que tuvo esta obra simplemente no existiría.
Yourcenar es hija de padre francés y madre belga. La mamá murió después del parto y entonces el padre mejor educó a una bien que a varios mal y se quedó para ella exclusivamente. Era un hombre culto y desde muy pequeño le enseñó a Margarite el latín, el griego y la educó en el amor a los libros y a los viajes.
Así que nuestra Margarite escribió a los 16 años su primer poemario y de ahí se siguió con su primera novela a los 26 años: Alexis o el tratado inútil del combate (la autora nacida en medio de dos Guerras Mundiales era obviamente una pacifista) y así varias hasta llegar a su obra cumbre que es: Memorias de Adriano.
Este libro tampoco podría existir sin el tío de Adriano, el emperador romano Trajano porque Adriano quedó huérfano de padre y en la época de los romanos los varones eran prácticamente arrebatados desde muy pequeños de los brazos de sus madres para llevarlos a las legiones o a lo que fuera al servicio del Imperio.
Por eso se llevaron a nuestro Adriano para que lo formara el emperador Trajano con educación erudita de influencia griega y en el camino de la milicia y la política al estilo romano. Con esto se hizo de una personalidad dominante y al mismo tiempo conciliatoria ideal para suceder al tío, quien lo casó con su sobrina nieta Vibia Sabina y lo adoptó como hijo días antes de su muerte.
Adriano no fue un megalómano, sino un hedonista, un enamorado de la vida, y en lugar de abusar de la cumbre del poder se iba viajar por las tierras del imperio y buscaba el disfrute del conocer, pero sobre todo del disfrute de la contemplación y la consciencia de que el ser humano vive muy poco y se le va la vida sin curiosear.
El dice:
“Pocos hombres aman durante mucho tiempo los viajes, esa ruptura perpetua de los hábitos, esa continua conmoción de todos los prejuicios”.
Marguerite Yourcenar nos lleva a las reflexiones de emperador romano sobre la política, la sociedad y el amor en esa época. un reformador que poseía el espíritu creativo que lo llevó a propiciar el desarrollo de la cultura humanística, a patrocinar la arquitectura, la ingeniería, las artes.
“La palabra escrita me enseñó a escuchar la voz humana, un poco como las grandes actitudes inmóviles de las estatuas me enseñaron a apreciar los gestos”.
En otros pasajes:
“… todo lo que cada uno de nosotros puede intentar para perder a sus semejantes o para servirlos, ha sido hecho ya alguna vez por un griego. Y lo mismo ocurre con nuestras elecciones personales: del cinismo al idealismo, del escepticismo de Pirón a los sueños sagrados de Pitágoras, nuestras negativas o nuestros asentimientos ya han tenido lugar; nuestros vicios y virtudes cuentan con modelos griegos”.
“Empezaba a tener mi leyenda, ese extraño reflejo centelleante nacido a medias de nuestras acciones y a medias de lo que el vulgo piensa de ellas”.
“Casi todos los hombres se parecen a ese esclavo; viven demasiado sometidos, y sus largos periodos de embotamiento se ven interrumpidos por sublevaciones tan brutales como inútiles”.
En fin, ¿qué podemos aprender de este libro? Desde el punto de vista literario podemos aprender de autobiografía, diario de viaje, novela de formación; de escritura, historia, poesía y meditaciones filosóficas.
Hay algunos críticos que dicen que este libro debería ser de cabecera para los políticos porque Adriano fue un enfermo de buscar la paz. Estaba totalmente convencido de que el respeto y el mestizaje eran una de las claves para que el Imperio Romano prosperara.
Porque a Adriano le era imposible moverse como lo habían hecho hasta ese momento el resto de emperadores, con esa cultura de la crueldad o la sumisión. Él respetaba las culturas, las abrazaba. Y con esto nos vamos a quedar el fin de semana.