Puede gustar o no, pero el bienestar de Estados Unidos está relacionado con sus vecinos y, en alguna medida, con los que están un poco más lejos
“Cuando estaba en la universidad, el principal libro sobre las relaciones entre Estados Unidos y México se llamaba Vecinos distantes (Alan Riding). Solíamos estar de espaldas unos a otros. Ahora, el principal libro se llama Vanishing Frontiers (Fronteras Desvanecientes; Andrew Selee), y México se convirtió recientemente en nuestro mayor socio comercial del mundo”.
La declaración de Christopher Landau, embajador estadounidense designado en México, resume en muchas formas la historia de los últimos 30 años en esta parte de la región norteamericana y, en cierta forma, la que ya se daba entre Estados Unidos y Canadá.
En el globalizado mundo moderno, no hay país que sea una isla, ni siquiera en una como Gran Bretaña y el Brexit se empeñan en demostrar. No hay nación que pueda considerarse como autosuficiente o ajena a su entorno o al mundo en que vive.
En un planeta con esas características, no es de extrañar que lo que ocurra en un país repercuta en otro. Y en el caso de las naciones de Norteamérica, esa es una gran verdad: México ya no puede actuar en ciertos temas sin considerar el impacto que tendría en sus vecinos, sea el poderoso Estados Unidos o las debilitadas naciones de América Central, porque al final tendrá consecuencias para sí.
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Durante décadas los geopolíticos estadounidenses señalaron que, entre las ventajas de su país, estaba tener océanos al este y oeste, y vecinos amistosos —relativamente débiles al norte y sur—.
Con la ventaja de esa posición geográfica, Estados Unidos se convirtió desde el siglo pasado en el eje político-militar del mundo occidental y sustituyeron a la Gran Bretaña en el control de los mares y rutas comerciales, al establecer un predominio geopolítico que lo convirtió en la base del sistema comercial y económico a nivel mundial.
Eso le ha permitido imponer estándares y normas y —a querer o no— ser interdependientes con el mundo, en especial con su entorno.
Ahora se enteran que su bienestar y su potencia futura están relacionadas con sus vecinos, los que están en la frontera y, en alguna medida, los que están un poco más lejanos, como las naciones centroamericanas y del Caribe.
Pero, de la misma forma, la seguridad y los prospectos de esas naciones están relacionadas con el futuro estadounidense. Hoy por hoy, desde México hasta Panamá las remesas enviadas por migrantes en Estados Unidos tienen un impacto en economías locales y algunas de sus normas —y sus vicios— son exportadas y adaptadas a esas sociedades.
En ese marco, México enfrenta una alternativa similar. Por un lado debe ofrecer certidumbres en su frontera norte y por otro incorporar y ayudar a sus vecinos en la frontera sur. Ambos ámbitos son parte de su entorno de seguridad, como México lo es de Estados Unidos y de las naciones del “triángulo norte”.
Puede gustar o no, y sin duda habrá en toda la región personas que rechacen la idea. Pero esa es la realidad y no va a cambiar.
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