NORTEAMÉRICA.- Cualesquiera que sea el veredicto final, el juicio de Joaquin “Chapo” Guzmán Loera en Nueva York puso a los mexicanos ante una incómoda realidad: la extensión y profundidad del narcotráfico en el país.
Cierto. Para cuando fue capturado por segunda vez y extraditado a los Estados Unidos, Guzman Loera era mas un símbolo, una leyenda del poderío de los cárteles de la droga que un efectivo “capo”.
Ciertamente sus hazañas y sus andanzas dan para una deliciosa serie de aventuras, como mostró ya la empresa Netflix, o una serie de aventuras con la glorificación que acostumbran hacer los estadounidenses para realzar el significado de sus logros.
El juicio de once semanas que Guzmán Loera enfrentó en Nueva York, entre formidables medidas del seguridad y una atención de la prensa escandalosa que lo denominó “el juicio del siglo”.
De las andanzas presuntamente amorosas a los escapes de las autoridades, de los presuntos sobornos multimillonarios a funcionarios y aún gobernantes mexicanos a sus fugas de penales de alta seguridad; la saga de “El Chapo” tuvo algo para todos los gustos.
Los reportes sobre la extensión de las actividades delictivas del Cartel de Sinaloa a cuatro continentes permitieron dar una idea de los alcances de la ambición y la capacidad del grupo, de su jefe y ciertamente del éxito de lo que trafican.
Y en ese sentido, muy al margen de que Guzman Loera reciba el castigo que merece, la pregunta es si la visibilidad del juicio y el escándalo a su alrededor valieron la pena.
El espectáculo fue por supuesto un montaje digno de verse; de las dramáticas llegadas y salidas de Emma Coronel esposa del “Chapo” Guzman que fue calificada como “Queen Emma” (la reina Emma), o las declaraciones del “Vicentillo”, Vicente Zambada Jr., presunto informante de la agencia antidrogas estadounidense (DEA) e hijo del “Mayo” Zambada, compadre y socio de Guzman Loera al frente del Cartel de Sinaloa.
En términos de venganza del sistema contra el delincuente, el “show” fue magnífico y la verdad sea dicha importante.
En términos de efectividad o disuasorio, no fue mucho. Pero al mismo tiempo, es una señal que el crimen no paga, al menos tanto como creen.
Pero en alguna medida, el verdadero objeto de juicio fue México, como país y como sociedad que permitieron el surgimiento de figuras como Guzman Loera.
De hecho, la organización del grupo delictivo fue comparada con la de una gran empresa, con libros de contabilidad, infraestructura, y de acuerdo con el servicio Dow Jones, “problemas de la cadena de suministro y la necesidad de ‘proteger el capital de los inversionistas'”.
Uno de los gastos normales era el pago de sobornos a policías y funcionarios que mantenían informado al cártel de redadas y planes gubernamentales. De acuerdo con la versión, el presupuesto dedicado llegó a ser superior a un millón de dólares mensuales.
Los testimonios presentaron un cuento fue sórdido, un protagonista que es ene realidad villano, y un escenario que deprime porque aún está vigente.