NORTEAMÉRICA.- Cuando el presidente Donald Trump anunció que iniciaría de inmediato los preparativos para construir un muro en la frontera con México, pareció pecar de optimista.
Su principal problema no va a ser encontrar el dinero para construir el muro, sino la tierra dónde ponerlo, indicó el catedrático de derecho constitucional Gerald Dickinson, de la Universidad de Pittsburg, en un blog para The Washington Post.
“La verdadera dificultad de Trump será obtener el permiso de los propietarios para construir la muralla – no importa cuánto dinero se necesite – y las guerras de la tierra que atascarán sus planes”, escribió recientemente.
De acuerdo con estimaciones de la Oficina de Responsabilidad Gubernamental (GAO) del Congreso estadounidense, solo una tercera parte de la tierra donde se asentaría el muro es propiedad del gobierno federal o de tribus nativas americanas, y gran parte de ese territorio ya está cercado.
El resto de la frontera está controlada por los estados y propietarios privados. Según Dickinson, es difícil estimar los costos de las ventas negociadas de todo el territorio en juego, porque la fragmentación plantea cuestiones sobre el valor de mercado, en particular para las tierras en la que definió como “zona limbo”, al sur de la pared, pero al norte de la frontera con México.
Un precedente no es exactamente auspicioso para el proyecto de Trump. En 2008 el gobierno de George W. Bush había comenzado a construir lo que es hoy una valla de poco más de mil kilómetros en la frontera con México, mayormente en tierras de propiedad federal en los estados Arizona, California y Nuevo México, bajo la Ley de Cerca Segura de 2006. Pero trató entonces de tomar un acre (0.4 hectáreas) en Cameron County, estado de Texas, perteneciente a Eloísa Tamez, una profesora universitaria de origen apache. El juicio duró siete años y al final del mismo el gobierno finalmente le pagó 56 mil dólares por un cuarto de acre y le dio el código de una puerta para que pueda acceder a su tierra al sur.
“Imagínese esto una y otra vez a lo largo de las 1.300 millas (dos mil kilómetros) de las fronteras que el presidente Trump quiere amurallar”, señaló Dickinson.