La participación abierta de las principales figuras políticas de Estados Unidos en el proceso electoral de Canadá es sorprende en el entendido de que éste es un país soberano, capaz de celebrar sus elecciones democráticas escrupulosamente libres de injerencias extranjeras pero sucede todo lo contrario.
¿Qué está pasando?
Imagínese lo que sería el clamor y la indignación instantáneos si los prominentes líderes y partidos políticos rusos o chinos salieran y “respaldaran” a los candidatos presidenciales para las elecciones estadounidenses. ¿No fue la principal acusación contra Putin y Trump en 2016 que Putin apoyó a Donald Trump contra Hillary Clinton, de manera encubierta (una acusación que ambos niegan, falsamente por cierto)? ¿Se imagina cuál sería el gran escándalo si los líderes políticos estadounidenses prominentes respaldaran abiertamente a un candidato presidencial mexicano o viceversa?
Pues algo así ocurre y de manera abierta en Canadá sin escándalo alguno.
Eso se debe a una razón muy simple: porque es entre Canadá y los Estados Unidos donde la política local se vuelve transnacional.
La región más integrada en el continente americano es precisamente la región que comprende Estados Unidos y Canadá, no solo económicamente sino social y culturalmente. Fueron estos dos países los primeros en firmar un acuerdo de libre comercio; comparten el mismo idioma, el inglés y una cultura anglosajona (incluyendo la francesa); tienen mayorías blancas; ambos pertenecen al “Norte global” (anteriormente el “Primer Mundo”) con estándares de vida similares como países ricos – reflejado en el hecho de que ambos pertenecen al grupo G-7, etcétera.
También ambos tienen instituciones democráticas sólidas y están en transición hacia democracias multirraciales más representativas, aunque con dificultades con respecto a sus respectivas Primeras Naciones (pueblos indígenas) y sus comunidades de inmigrantes-étnicas no-europeas.
Este ciclo electoral en Canadá no solo refleja la cercanía entre EEUU. y Canadá en cuanto a lo político. Es un presagio de lo que vendrá adelante para todo el continente norteamericano. Pronto, veremos figuras políticas y partidos mexicanos, caribeños y centroamericanos que no solo hacen campaña con sus respectivas diásporas en los Estados Unidos y Canadá, sino que gradualmente saldrán a respaldar a candidatos y partidos en estos dos países, tal como está sucediendo ahora en Canadá de parte de políticos estadounidenses.
El argumento que utilizan muchos políticos latinoamericanos para no hacer lo mismo de manera abiertamente (lo hacen de manera encubierta, por supuesto), es que “no quieren la interferencia de Estados Unidos en sus propios procesos electorales”.
Es comprensible dada la larga y atroz historia de interferencia de Estados Unidos en los procesos democráticos de sus vecinos, invasiones militares, bloqueos y apoyo a golpes de estado antidemocráticos con eufemísticamente llamados “cambios de régimen”.
Sin embargo, esa postura es una mentira o una falacia ineficaz porque Estados Unidos continúa interfiriendo abierta y encubiertamente en los procesos democráticos internos de esos países con total impunidad. Además, es cada vez más ficticio, falso y anacrónico insistir en mantenerlos separarlos políticamente dada la avanzada integración económica y social de la región con sus enormes diásporas residentes en EEUU.
Algo tendrá que ceder México y viceversa, cuando 45 millones de residentes estadounidenses son de origen mexicano, dos millones de residentes mexicanos son de origen estadounidense y sus respectivos asuntos políticos en ambos países no se van a quedar separados en esta Era de redes sociales transnacionales y telecomunicaciones regionales.
Observando el alto nivel de comercio, inversión, intercambio cultural y movimientos migratorios, la política en cada país inevitable comenzará a “extenderse” más allá las fronteras, cada vez más irrelevantes por mucho que las respectivas élites políticas deseen mantener sus actividades separadas.
Es curioso que la única barrera importante que queda entre México y EU sea el idioma. Pero esa barrera es cada día menor por el creciente bilingüismo entre la población, el software de traducción instantánea para los medios impresos, y las omnipresentes noticias por cable en inglés en México y las noticias por cable en español en los EU amén de las redes sociales e internet.
Hoy las elecciones canadienses están siendo afectadas por el respaldo abierto y sin controversia desde entes políticos de Estados Unidos pero pronto, veremos que esto se extiende por toda la región de América del Norte.
Los ciudadanos estadounidenses, y su arraigado sentido de excepcionalismo e inmunidad frente a la interferencia extranjera, y los ciudadanos mexicanos, a pesar de sus preocupaciones profundas y justificadas con la interferencia del Coloso del Norte, se pondrán furiosos cuando esto comience a suceder en sus respectivos procesos electorales nacionales, pero será en vano. Han optado por integrarse de todoas las otras formas posibles al continente y eso, más temprano que tarde, conducirá a lo que vemos hoy en Canadá.
No es necesario, ni deseable, ni inevitable, que haya trucos sucios, subversión violenta u otras tácticas de mano dura, como temen los mexicanos – o “intromisión extranjera indebida” en los sacrosantos asuntos internos y exclusivos de las elecciones estadounidenses, como temen los ciudadanos estadounidenses celosos – pero habrá “respaldos”, respaldos abiertos, declarados, honestos y hasta bienvenidos en los procesos políticos de vecinos países, por parte de aliados políticos con ideas afines, para bien o para mal. Esto ya estaba sucediendo, sin mucho reconocimiento antes, pero ahora se volverá más abierto y normal, como vemos que ya está sucediendo en Canadá.
Por cierto, los partidos de derecha en México acaban de invitar al líder, Santiago Abascal, del partido ultraderechista Vox de España, y declararon abiertamente una alianza entre ellos. Los partidos trumpistas de ambos lados del Atlántico han estado haciendo lo mismo durante los últimos cinco años. Es solo ahora que los partidos y líderes de izquierda en América del Norte están haciendo lo mismo. Se puede añadir que los principales partidos y organizaciones de izquierda en América Latina han tenido el Foro de São Paulo desde la caída del Muro de Berlín y el fin de la Guerra Fría (1990).
La novedad es que existe una alianza electoral progresista abierta en América del Norte, ahora centrada en Canadá y Estados Unidos, pero que pronto cruzará el continente. Sabremos que ha alcanzado su madurez cuando se extienda a México, Centroamérica y el Caribe – incluida Cuba. También es de esperarse una alianza abierta trumpista, reaccionaria. La política, tanto de izquierda como de derecha, se transnacionalizará.
La región de América del Norte avanza inexorablemente en la dirección de una integración social, política y cultural cada vez mayor, tal vez a un ritmo más lento, o temporalmente bloqueado, de lo que se integra económicamente, pero avanzando igualmente hacia un nuevo nivel transnacional que abarca toda América del Norte.
La evidencia ha estado a la vista ya desde hace tiempo, y aquellos que la negarían o seguirán empecinados en revertirla están tan condenados al fracaso como lo estaban los mercantilistas y señores feudales en eras pasadas contra la expansion del libre comercio y la construcción de estados nacionales. Hoy ocurre lo mismo, solo que a niveles continentales: la Unión Europea, América del Sur, la Unión Africana, la Cuenca Asiática del Pacífico, y América del Norte.
Por lo pronto, nosotros – mexicanos que residimos en los EE. UU. – ya tenemos “permiso” para apoyar abiertamente y con orgullo no solo a candidatos y partidos estadounidenses, sino a Jagmeet Singh o a Justin Trudeau para el cargo de Primer Ministro de Canadá, y todos los otros procesos políticos del continente, incluyendo, por supuesto, los de México.