NORTEAMERICA.- Desde la tranquilidad de su pequeña casa, en el poblado de “El Sereno”, al noreste de Los Ángeles, California, Roberto Flores, un chicano de origen jalisciense, y fundador del espacio cultural East side Café, narra paso a paso cómo salvó el predio que rentaba para evitar que los suyos fueran echados del barrio que en los últimos años vive un proceso de gentrificación, uno más en Estados Unidos.
El término “gentrificación” alude a una transformación de las ciudades: un barrio importante por su ubicación, comercio o movilidad se deteriora y flota entre la criminalidad hasta que el gobierno, con algún fondo privado, atrae a artistas, profesionales o pequeños empresarios dispuestos a tomar el riesgo a cambio de incentivos fiscales o programas de apoyo para sus proyectos.
Y lo que sigue es expulsar a los lugareños con las altas rentas: justo lo que ahora se vive en los Angeles, San Francisco, Nueva York, Washington y otras ciudades importantes de la Unión Americana -y de todo el mundo- a los que se le ha hecho frente a veces con violencia pero también con “‘Artwashing’ como ocurrió en el caso de East Side Café.
Roberto Flores, un mexicano a quien sus padres lo llevaron de adolescente a Chicago, y después se mudó a los barrios bajos de Los Ángeles, cuenta que han hecho de todo, de boicots a hostigamientos, marchas, plantones con tal de que no les quitaran su espacio.
La historia se remonta a 14 años atrás, cuando un grupo de amigos chicanos comenzaron a reunirse en Eastside Cafe para pasar el rato y convivir. “Todos gente clase baja que desde entonces queríamos tomar clase de yoga, un curso de inglés, yiu yitsu, o música, que se ofrecían (y aún se ofrecen) por medio de talleres de cooperación voluntaria”, cuenta Roberto.
“Era el único momento de relajación después de largas jornadas de trabajo en las fábricas o como empleados de grandes corporaciones o en el sector de servicios con bajos salarios”.
Por ello, cuando el dueño del predio les platicó de sus intenciones de vender a una casa constructora para tirar el Eastside Cafe y convertirlo en un centro comercial, acorde a las grandes ciudades, le hicimos saber que eso no pasaría.
“No estábamos dispuestos a ser borrados del mapa para que un riquillo se quedara con lo nuestro”, cuenta Flores.
“Cuando el dueño (un hombre de origen chino) acudió al lugar con el valuador, un grupo de habitantes y yo ya lo esperabamos con una petición para que nos diera una alternativa; como se negó por las buenas lo seguimos en el recorrido se su trabajo, lo acosamos, y presionamos hasta que nos enfrentó. Al parecer se sintió intimidado, porque al poco tiempo aceptó negociar: nos dio un plazo de 10 días para reunir el 40% del precio por el que iba a vender, que era de 1.3 millones de dólares”.
Misión casi imposible
Para una comunidad como esta, cuyo ingreso es el mínimo, parecía imposible, pero el trabajo colectivo consiguió lo que pocos.
Con la donación de la banda de música “El Quetzal” (conocidos de la población) reunieron 70,000 dólares, otros 200,000 salieron del bolsillo de los pobladores, y el resto de una asociación civil que les otorgó un préstamo con la condición de pagar a plazos durante 7 años.
Gilberto Saucedo, copresidente de “El capítulo de Los Ángeles”, perteneciente al Gremio Nacional de Abogados, fue el auxiliar legal en este caso. “Cuando Roberto, amigo mío desde la infancia, me contó del riesgo que había de perder su terreno, le ofrecí mi ayuda desde la experiencia de negociar en bienes raíces”.
“La compra desde la empresa constructora era completamente legal. El proyecto de una plaza comercial hubiera sido muy fructífero, porque “El sereno” se encuentra al borde de una carretera muy importante de Los Ángeles, en donde los turistas paran constantemente; sin embargo las intenciones de “Los sernos” de ampliar el proyecto a una cooperativa comunitaria que beneficiara a toda esa localidad convenció al dueño”, resume Saucedo.
Desde finales del siglo, los sectores de más rápido crecimiento para el empleo en la ciudad de Los Ángeles son el de la construcción, el transporte, los servicios públicos, las finanzas, los seguros, los bienes inmuebles y los servicios gubernamentales.
Si los conformantes del Eastside Cafe hubieran perdido el caso, el resultado sería fatal: las 500 personas que transitan todos los días por el predio se hubieran perdido de realizar las actividades recreativas a las que sus tiempos y salarios jamás les hubieran permitido acceder; las 220 casas que conforman “El Sereno” hubieran resentido la ausencia del centro de reunión, mientras se preparaban para ser absorbidos poco a poco por la gentrificación, como ya ha ocurrido en los terrenos baldíos que les rodean.
Un ejemplo similar de triunfo ocurrió en 2014 el barrio latino Boyle Heights, en Los Ángeles, que consiguió boicotear la apertura de la galería PSSST bajo el argumento de que no necesitan más arte, sino mejores sueldos y oportunidades.
Ante esto, la propuesta de “Los Serenos” es una alternativa: aquí hay arte y oportunidades, pero sin despojo. La gentrificación no ha ganado a la resistencia, al menos por ésta vez.
Cifras
Las rentas en los barrios angelinos que sí han sido gentrificadas, han aumentado hasta en un 35%, según cifras de la “Unión de vecinos” del barrio vecino Boyle Heights | El habitante promedio de un barrio bajo en Los Ángeles gana 37.073 dólares al año. | Según un informe de El Instituto de Política Fiscal de DC en 2016 los alquileres de una vivienda de clase media van desde los 1.600 a 2.400 dólares por un dormitorio con baño, a los entre 3.000 y 4.000 dólares al mes que se piden por unidades con dos habitaciones. |