NORTEAMÉRICA.- El olor a puerco que impregnaba a la ciudad rural de La Piedad -a 400 kilómetros de la CDMX- se diluyó después de la firma del TLCAN, en 1994, cuando exportadores estadounidenses aventajaron a los locales por los bajos precios.
Bien lo sabe y así lo relata José Antonio León, un porcicultor piedadense representante de la zona más afamada por su producción de cerdo en el país: la fama de “las carnitas‘‘ Michoacanas se debe a esta región heredera de la tradición hispánica.
Aquel aroma símbolo de prosperidad se esfumaba poco a poco, pero, en lugar de preocuparse apostaron con erradicarlo para competir en el mercado con sistemas sanitarios de alto nivel y en granjas fuera de la ciudad.
No ha sido un camino fácil pelear por su propio mercado, meter tecnología importada con apoyos limitados durante tantos años, pero hoy se sienten listos para volver al ataque al mercado nacional tras el anuncio que hizo México de imponer aranceles de hasta 20% a las importaciones de carne porcina de Estados Unidos.
“Esperamos a mediano plazo volver a la época de esplendor que tuviemos antes del TLCAN pero un cerdo no se cría pronto, depende del ciclo de vida‘‘, advierte José Antonio.
De manera inmediata, México anunció que el abasto se garantiza con la importación de otros países (ya entraron algunos cargamentos de Alemania), pero en un futuro no lejano, los productores de La Piedad quieren “entrar al quite”.
Para el investigador de la Escuela de Gobierno y Economía de la Universidad Panamericana (UP), Gabriel Pérez, la estrategoa de México de “pegarle donde más le duele a Donald Trump” con aranceles a productos que son fuertes en estados con mayor representación republicana es una operación quirúrgica.
“México mata dos pájaros de un tiro: nos obligamos a abrir nuevos mercados y se da una luz a los mexicanos“.
El experto considera que esta medida se mantendrá: son buenas para el país sin llegar al extremo de medidas proteccionistas.
José Antonio tiene esperanzas. Ser porcicultor le viene de su padre: en su niñez se recuerda en el patio trasero de su casa mirando a los puercos tal como era la costumbre en la época de los 70 del siglo pasado.
Ahí aprendió que los mexicanos no desperdician nada del animal, de él se come la trompa, las patitas, las vísceras y hasta la cola mientras los gringos prefieren cortes primarios (costillas, tocino, jamón, cabeza de lomo) y el el resto (ahora lo sabe) lo mandan a México.
Esta dinámica pasó la factura a los pequeños y medianos empresarios, mexicanos. En La Piedad, de los 60 porcicultores que había sólo quedaron 20. “Tenemos una oportunidad para el resurgimiento de los porcicultores“, dice. “No somos autosuficientes aún en México pero es tiempo de que se paren las importaciones masivas”.
Uno de los problemas de los porcinocultores mexicanos frente a los gringos es que en la frontera de México no hay básculas; en cambio, los estadounidenses pensan cada gramo de cerdo que entra a su país y poe ello han pugnado por leyes sin éxito por leyes espejo.
De cara al futuro, José Antonio cree que pronto podrían hacer crecer su producción hasta el 10% en La Piedad, donde se facturan entre 40 y 50,000 puercos al mes con un crecimiento anual de dos puntos porcentuales.
Otro reto es la mala imagen que se da al cerdo en México. ¡No coma puerco!, le dijo hace unos días un médico de consulta rutinaria sin imaginar con quién hablaba. ¿Por qué no?, se trata de los animales más limpios de la tierra: No se puede satanizar la carne de cerdo por sistema.
Así que José Antonio siguió comiendo cerdo dos veces por semana: lo disfruta y es sustento de su familia de esposa y cinco hijos y de al menos 35 familias más en La Piedad, de todo el país y de mucha gente en EEUU como Jim Heimerl, granjero de Johnston, Ohio, y presidente del Consejo Nacional de Productores Porcinos de EEUU.
Heimerl se ha vuelto un aliado del sector en los últimos meses, desde que dijo a Trump que el impacto de sus múltiples “disputas comerciales” tiene un perjuicio “creciente” en el medio rural de ese país, donde el sector porcino sostiene 500,000 empleos, 110,000 derivados de las exportaciones de carne.
Esta medida jaló el mantel en las mesas gringas, pero los mexicanos consideran que la mesa está puesta.