NORTEAMÉRICA.- La iglesia del Santo Nombre en Calgary se encuentra casi vacía. Es domingo, el único día que abre, y lo único que la revive es un coro de ancianos que tocan para los feligreses que también rebasan los 50 años y algunas pocas familias en su mayoría inmigrantes que suman uno que otro joven.
Jeff Nelson, uno de los asistentes, mira alrededor un poco triste y dice para Norteamérica que esta no es una situación nueva: desde hace 10 años que él asiste a la celebración dominical la asistencia ha ido de mal en peor como en todo Canadá: en Quebec, la principal ciudad católica del país, 547 templos cerraron y algunos convirtieron en museos, recintos deportivos o para causas sociales y hasta discotecas.
Santo Nombre en Calgary se ha salvado por la migración latinoamericana y por fervientes voluntarios como Jeff quien asiste puntual a las lecturas y participa en todo lo que se le encomienda aunque reconoce que el futuro no es muy alentador es un fiel promotor de grupos para motivar a jóvenes y niños que, por falta de interés, se abren y cancelan rápidamente.
”Creo que si la iglesia abriera sus puertas a todas las comunidades crearía más confianza y credibilidad, sobre todo acogería más jóvenes, que es lo que necesitamos: son tantas las opciones que tiene la juventud que optan por buscar iglesias más activas en la sociedad”.
Adrián Rivera es un joven de 17 años, hijo de una familia cuyos padres dejaron de profesar la religión católica los pasados 15 años, aunque a él le da igual: “Pienso que ahora con el Internet todo ha cambiado y permite que los jóvenes se globalicen en una solo idea y no solo una religión: “¡estamos en una época de libertad!”.
Según el último informe de estadísticas oficiales de Canadá sobre afiliaciones religiosas, dado a conocer en 2011, aún existen 12.8 millones de católicos en Canadá, un 43% de la población total , pero los nuevos católicos van en declive en las últimas décadas y los practicantes, los que van a misa, comulgan y rezan el rosario, son alrededor del 5%.
El catolicismo canadiense ha tenido que enfrentar en el siglo XXI uno de los más grandes escándalos de toda su historia, según un informe realizado por la Comisión de Verdad y la Reconciliación publicado en 2015.
El estudio documentó que desde 1840 hasta 1996 más de 150,000 niños aborígenes fueron separados de sus familias para ser enviados a internados católicos donde no se les permitía hablar su idioma y se abusó de ellos física, emocional y sexualmente.
Estos hechos restaron credibilidad y confianza a la ya de por sí alicaída Iglesia Católica canadiense y la alta jerarquía en El Vaticano no ha ayudado mucho a corregir las faltas a pesar de que el Primer Ministro Justin Trudeau ha solicitado al Papa Francisco un “perdón” para los aborígenes.
El sacerdote Daniel Grey, de la iglesia en Calgary, reconoce que si en esta ciudad aún hay fortaleza católica es gracias a los inmigrantes. “En esta diócesis no tenemos grupos de jóvenes, tenemos muchas iglesias hermanas que han formado enormes grupos de jóvenes en la renovación Cristiana y grupos de apoyo para el refugiado, divorciado y madres solteras”.
Los curas católicos en este país mantienen un debate permanente sobre las estrategias para atraer devotos o, al menos conservarlos. Durante una conferencia dedicada al futuro de la Iglesia Católica en Quebec, el obispo auxiliar Marc Pelchat de Quebec reconoció que la institución -otrora la más poderosa del mundo- tendrá que cambiar radicalmente si tiene que sobrevivir.
Durante una audiencia cerrada en una sesión plenaria reciente de los obispos, se habló de la ordenación de hombres casados de cierta edad, cuyo compromiso eclesial está probado. “Esta es un importante reflexión que debemos realizar ahora», dijo Pelchat. «Necesitamos cambiar esta forma de hacer las cosas».
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