En mi artículo publicado el 31 de enero pasado sobre el caos en el mundo, dije equivocadamente con respecto a la tormenta entonces amenazante en Ucrania: “Los rusos, con una economía de tercera y humillados desde los años 90 por el expansionismo hostil de la OTAN, están retando a Biden en Ucrania. (Probablemente los alemanes se van a entender con ellos, ignorando a los hoy histéricos norteamericanos).”
Los eventos han contradicho mi predicción. Los rusos, lejos de montar un bluff, lanzaron con toda premeditación, alevosía, y ventaja una invasión militar a gran escala en todo el territorio ucraniano el 24 de febrero. Subestimé la determinación de Putin de atacar sin empacho y masivamente a un país en el corazón de Europa, algo que los servicios de inteligencia estadounidenses, hay que decirlo ahora, evaluaron correctamente.
¿Por qué subestimé a los rusos? Por lo inverosímil que me parecía que los rusos fueran tan imprudentes, irresponsables y arriesgados como para meterse en otro “atolladero” (quagmire en inglés) – perdiendo legitimidad internacional y causando un debilitamiento estratégico.
Yo sabía que las sanciones económicas con las que los estadounidenses y europeos amenazaban a sus pares rusos no los pararían de invadir Ucrania, pero creía que otros factores de peso sí lo harían – el principal siendo la tremenda agudización de la tensión militar y unificación geopolítica en Europa contra Rusia que acarrearía la invasión.
Pero le valió poco a Vladimir Putin. Él cree que cuenta con tres “ases” con lo cuales puede ignorar los riesgos de que le vaya mal y darse un tiro por la culata.
El primero es China y el pacto estratégico al que llegaron Putin y Xi Jinping días antes de las Olimpiadas de invierno. Eso se notó palpablemente en la declaración que emitieron en Beijing, seguido del voto de abstención y las declaraciones chinas en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas de ayer, ante la resolución estadounidense de condena de la invasión rusa de Ucrania – vetada por Rusia.
Putin se siente protegido por China tanto económicamente como geopolíticamente. Con India absteniéndose también, más de un tercio de la humanidad solapa el aventurismo militar ruso en Europa Central.
El segundo es la consolidación en años recientes de un férreo Estado autoritario ruso, de vigilancia social y control mediático absolutos.
Podríamos llamarlo un régimen neoestalinista sin comunismo, de capitalismo de estado oligárquico. Putin cree que podrá manipular la opinión pública rusa y apagar y suprimir toda resistencia doméstica o rebelión social que se levante contra la guerra con Ucrania, a pesar de los muy probables altos costos en bajas de soldados rusos y la inmoralidad de una guerra eslava fratricida.
El tercero, por supuesto, es el aplastante poderío militar con el que Putín cree que podrá decapitar al régimen ucraniano e imponer uno vasallo, a la usanza de la Guerra Fría.
En cuando al supuesto “apoyo” chino, se puede decir que favorecerá mucho más a China – a expensas no solo de Europa y Estados Unidos, sino de Rusia misma, que ahora se vuelve en estado clientelar, dependiente y subordinado.
“¿Quién a quién?”, decía Lenín, y aquí está claro que la alianza sino-rusa será un nuevo escalón para el ascenso del poderío chino en el mundo.
Debemos de conceder que Putin no tiene de qué preocuparse mucho ni de las críticas y sanciones económicas de EE.UU./U.E., ni siquiera de la condena universal (menos China/India) en las Naciones Unidas, ni del peligro de una guerra mucho mayor entre la OTAN y Rusia, pero solo si se mantiene estrictamente dentro del territorio ucraniano.
Pero recordemos que ya empezada, la guerra localizada hoy en Ucrania se puede fácilmente expandir a países vecinos. Además, inclusive en un escenario de guerra contenida, los ucranianos cuentan con los seis países al oeste – desde Polonia hasta Rumania – y más allá con las potencias europeas occidentales – como santuarios, tanto para surtirse de pertrechos militares como para refugiar al régimen y a la población ucraniana bajo ataques.
Inclusive si Putin derroca al gobierno de Volodymyr Zelenskyy y ocupa al país entero, rápidamente surgirá una insurrección ucraniana – como surgió en Irak cuando Bush derrocó a Sadam Hussein, o cuando los rusos ocuparon Afganistán – pero con mucho mejor apoyo armamentista de alta tecnología.
Los rusos se verán muy pronto empantanados en una nueva “guerra interminable” que los irán desangrando.
Lo cual me lleva a cuestionar la firmeza del supuesto control total de la población rusa por el régimen de Putin.
Solo hay que reflexionar un segundo y acordarse de que cuando los rusos invadieron vecinos países durante la Guerra Fría – el último siendo Afganistán – no había ni televisión satelital, ni celulares, ni internet, ni redes sociales, lo cual permitía la censura total de información al interior de la U.S.S.R. Ya son otros tiempos.
Al Shah de Irán lo tumbó una sublevación “armada” de audiocassettes; la disidencia en Europa Oriental usó el mimeógrafo y la fotocopiadora para sus exitosas Revoluciones de Colores; a Anastasio Somoza hijo en Nicaragua lo derrocó una revolución “armada” de videocassettes; al régimen comunista chino casi lo derroca el Fax; y el derrocamiento de dictaduras en la Primavera Árabe se lograron con la asistencia clave de Facebook.
¿Cómo va a parar el régimen de Putin que la avalancha de imágenes, videos, comunicados, y campañas en solidaridad con Ucrania y contra la guerra que ahora surgirán en el mundo entero penetren la nueva “cortina de hierro” y le lleguen al pueblo ruso?
Tan solo las dramáticas escenas en el Consejo de Seguridad de la O.N.U. y las ubicuas imágenes de la destrucción urbana contra poblaciones civiles van a cimbrar al pueblo ruso y llenarlo de furia e indignación contra su gobierno y su propaganda patentemente falsa.
Todo esto apunta a que la invasión rusa no le va a resolver sus reclamos geopolíticos a Rusia, pero si va a causar terribles daños a Ucrania y a Rusia misma, y acrecentar el caos en Europa y en el mundo.
No podría terminar sin mencionar el magnífico pronunciamiento de México a favor de la resolución de condena a la invasión rusa de Ucrania. El embajador mexicano les recordó a sus pares estadounidense y francés sus pasadas invasiones y guerras tan injustas e imperialistas como la rusa actual.
Demostró coherencia y dignidad, recordándole al mundo que México condenó la invasión italiana de Etiopía y la anexión de Austria a Alemania. Otro embajador africano les recordó la invasión reciente injusta y no autorizada de Libia por la OTAN.
Entre estos dos embajadores, el Sur Global les recordó a los imperialistas del Norte Global que al condenar la invasión rusa no los absuelve de sus terribles invasiones previas – ¡o futuras!
¡Bravo!