En 2010, el carbón era el combustible para la generación de hasta 45% de la energía eléctrica en Estados Unidos; para 2035 se espera que sea del 21%
La escena pudo haber sido más o menos cómica o un recurso retórico, pero no. En un estado rural estadounidense, el presidente Donald Trump realizó una hipotética conversación en el que una señora dedicada al hogar pedía a su esposo que “encendiera el viento” para generar energía y le permitiera ver la televisión sin interrupciones.
Al margen de la falsedad y realidad, de que los generadores de energía alternativa todavía enfrentan algunos problemas para mantener flujos constantes de corrientes generadas con medios eólicos o solares, Trump se sintió obligado a mencionar —durante su mensaje sobre el Estado de la Unión, en enero pasado— sobre el cambio en la generación de energía eléctrica.
Es decir, el paso del carbón al gas natural así como métodos alternativos: energía eólica, solar, biomasa…
El hecho es que la revolución energética está en desarrollo y eso trabaja en contra de la revitalización de la industria del carbón en Estados Unidos, una de las promesas hechas por el Presidente durante su campaña electoral.
Comercio y migración, entre guerras políticas
De acuerdo con analistas de la industria, las políticas de Trump evitaron —por lo menos— una caída mayor; el trabajo en las minas de carbón ha mantenido entre 51 mil y 53 mil empleos. El valor estimado de la producción es cercano a los 30 mil millones de dólares.
La promesa del mandatario lo obliga a tratar de evitar un declive, que de hecho es mundial y, que por razones políticas, se hizo más evidente en Estados Unidos.
Es cierto que las intenciones de Trump fueron, como otras, motivadas por el deseo de subrayar sus diferencias con las políticas del presidente Barack Obama. En este caso contra el cambio climático y el calentamiento global. Pero, el problema es que la baja en la industria del carbón fue provocada, si acaso, por la animadversión de medidas favorecidas por partidarios del medio ambiente.
Se espera que la producción de carbón en Estados Unidos caiga aún más rápido que si la política climática del gobierno de Obama hubiera entrado en vigencia, según proyecciones oficiales citadas por The Financial Times.
De hecho, en 2010 el carbón era el combustible para la generación de hasta 45% de la energía eléctrica en Estados Unidos. Para 2035 se espera que sea del 21%, lo que sería la mayor caída.
¿Habrá USMCA/T-MEC? en duda
De acuerdo con la Administración de Información de Energía, más de la mitad de las minas de carbón de Estados Unidos, que operaban desde 2008, se cerraron hace dos años. La producción ha disminuido lentamente; las primeras minas que ya no están en función son, por lo regular, las más antiguas y menos productivas.
En contraste, algunas minas de carbón en el este de Estados Unidos fueron alentadas por su capacidad para exportar carbón metalúrgico y térmico a países como China e India, que todavía están quemando carbón a una tasa prodigiosa.
Pero lo que era el ascenso de forma acelerada del carbón metalúrgico, cayó luego de la imposición de medidas tarifarias a las importaciones estadounidenses de acero y aluminio, ante la guerra comercial que el propio Trump desató el año pasado.
Las proyecciones de la Administración de Información de Energía apuntan que, tras alcanzar un pico de 1.4 mil millones de toneladas en 2008/2009, la extracción estadounidense será menor a los 600 millones de toneladas en 2019.

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