NORTEAMÉRICA.- Desde hace algunos años el gobierno mexicano y coreano han llevado a cabo esfuerzos importantes para concluir satisfactoriamente un Tratado de Libre Comercio (TLC). Por una razón u otra, no se ha llegado a un acuerdo final. Tomando en cuenta el panorama de las relaciones económicas de ambos países, todo indica que se tendrá que esperar más tiempo para poner punto final a la negociación, considerando lo que hasta hoy se ha intentado negociar.
Salvo que la esencia del mismo cambie, es decir, pasar de un TLC, a un Acuerdo de Asociación Económica, con cuotas en lugar (cupos a la importación de productos y protección de sectores sensibles) de la liberalización o desgravación arancelaria total, como el que se tiene con Japón, o bien, que Corea se sume y emprenda negociaciones para integrarse de manera formal al Acuerdo de Asociación Transpacífica (TPP por sus siglas en inglés) donde México participa una vez que sea ratificado por los congresos de los 12 países participantes. Suceda o no esto, la pregunta que nos debería ocupar es ¿Por qué no se han concretado las negociaciones de un TLC con Corea?; ¿Acaso no somos economías complementarias? O, ¿Qué tan cierto es que nuestra política comercial está enfocada a la diversificación de nuestras relaciones económicas internacionales?
Aunque la relación bilateral entre Corea y México comenzó a aumentar a partir de la década de los noventa, aún se puede profundizar más en ella, no sólo en las áreas de comercio e inversión, sino también en la cooperación técnica, agrícola e intercambio cultural. Hasta ahora ese potencial no ha sido aprovechado ampliamente, sin embargo, si se ha privilegiado la alianza en el terreno de las relaciones internacionales a través del grupo MIKTA (México, Indonesia, Corea del Sur, Turquía y Australia) en donde los gobiernos de ambos países han buscado puntos en común y perfilarse como actores dinámicos en la escena mundial.
En vísperas de una profundización de las relaciones comerciales entre Corea y México, es preciso apuntar que éste último no solo ofrece una amplia gama de materia prima y mano de obra competitiva, sino que el atractivo del país recae en su estructura productiva, así como su posición geográfica y cercanía con Norteamérica (TLCAN). He aquí el interés de Corea, quien sin temor a equivocarnos, pretende utilizar a México mediante un eventual TLC, como trampolín hacia el mercado de Norteamérica principalmente y de paso a los mercados con los que México tiene TLC´s (12 con 46 países). En palabras, ante un eventual TLC y mediante la integración de insumos nacionales, los coreanos pretenden obtener certificados de origen mexicanos para reexportar sus mercancías, que sin duda, serán más competitivas en precio, considerando toda la cadena de suministro y la logística (costo, seguro y flete) que determinan el precio (competitivo) de las mercancías, claro, además de las preferencias arancelarias que resulten del “salto arancelario” de los productos de ese país elaborados más allá de sus fronteras, en este caso, en México.
No obstante esto, más allá de la clara intención de la economía asiática de acercarse a México con tintes competitivos, el futuro de un tratado de TLC continuará incierto mientras ambos países no logren convencer a los sectores industriales que se aponen y logren dejar a un lado los celos de países que se establecieron antes en México (Estados Unidos, Japón o Alemania son tres claros ejemplos) y que defienden a toda costa sectores en donde existen intereses específicos, tal es el caso del automotriz y manufacturero. Con miras a destrabar esto, una opción para la firma de un TLC con Corea, es explorar la posibilidad de estrechar los lazos de coinversión entre el empresariado de ambos países en sectores clave: el sector de la petroquímico (básica y secundaria); el sector automotriz, donde se pueden buscar destinos para la inversión coreana con experiencia en el ramo (Nuevo León donde se está en el proceso de negociación para la construcción de la Planta de KIA; Puebla, Guanajuato o Morelos) para construir plantas armadoras y generar de esta forma ecosistemas y closters (parques) empresariales binacionales. Mediante esto, se estarían mostrando las ventajas de la complementariedad económica México-Corea, dando paso a generar condiciones propicias para la firma de un TLC. Dentro de esta lógica, la de complementación económica, y no sólo de la de la balanza comercial, que según la Secretaría de Economía de México, en el año 2015 se tuvo un déficit comercial con Corea de alrededor de $11,878.00 millones de dólares, se podrían encontrar más aspectos positivos que negativos con el país asiático que vayan más allá de libre comercio. Aquí la inversión extranjera directa jugaría un rol estratégico promoviendo el encadenamiento productivo (industrias de soporte) en los sectores más dinámicos y complementarios entre ambas economías. Aquí una gran oportunidad, de atracción de Inversión Extranjera Directa (IED), para los secretarios de desarrollo económico de los Estados del país que buscan complementar sus programas de desarrollo estatal y regional mediante la creación y generación de empleo.