NORTEAMÉRICA.– Desde hace más de 15 años he tenido una relación cercana con algunos de los líderes mexicanos comunitarios en los Estados Unidos; primero como activista y ahora como académico.
En este tiempo he visto la evolución en las organizaciones (Federaciones y Clubes de oriundos), sobre todo, en la forma de dirigir las agendas de dichos grupos cuyos resultados están a la vista.
Además de algunos diputados migrantes en los casos de Zacatecas o Michoacán, ya hay miembros de la comunidad transfronteriza y binacional dirigiendo oficinas de atención a migrantes en México, destacando los casos de Guerrero y Michoacán, sin restarle importancia al caso zacatecano.
No es mi intención hacer una evaluación de sus tareas al frente de esas organizaciones o de sus resultados legislativas, los propios migrantes que regularmente los conocen y acuden a las oficinas de atención tendrán una mejor opinión de ello.
Empero a esto, si puedo decir que noto una evolución un cambio de conciencia con respecto a su importancia y función en la defensa de los intereses de su comunidad, que, de acuerdo con su óptica, ha estado olvidada por el gobierno mexicano y que a pesar de que algunas políticas hacia ellos en el pasado intentaron desarticularlos, ahora se han empoderado.
Guste o no, su influencia y capacidades como grupos de presión en ambos lados de la frontera han aumentado.
Si bien es cierto, se ha avanzado en la materia, aún no se sienten representados de manera efectiva.
Esto lo he podido constatar mediante las entrevistas que he conducido en los últimos meses para desarrollar el trabajo de investigación postdoctoral en el Departamento de Estudios México-Estados Unidos de la Universidad de Arizona que lleva el nombre “Atlas de Líderes comunitarios migrantes mexicanos en los Estados Unidos, los casos de Arizona, Texas y Nuevo México”.
Aunque están pendientes con 12 entrevistas con líderes en Nuevo México, los 24 (Arizona y Texas) que ya me han compartido sus perspectivas sobre la relación que guardan con el gobierno mexicano así lo constata.
Podría enumerar las recomendaciones que la mayoría de ellos hacen cuando les cuestioné sobre qué es lo que debería hacer el nuevo gobierno mexicano (que se autodenomina la Cuarta Transformación) para vincularse mejor con ellos, pero sería adelantarme a las conclusiones del estudio en proceso.
Solo puedo decir que quieren ser tomados en cuenta, pero en esta ocasión de manera seria y mediante interlocutores que conozcan la su realidad binacional, no los que dicen que la manejan y al final solo se pasean y prometen lo que no cumplirán.
A pesar de todo ello, tienen grandes expectativas de lo que será la nueva política pública de México en las comunidades de mexicanos en el extranjero, la cual tendrá que ir más allá de verlos como cajeros automáticos mediante el envío de remesas o como botín político cuando se habla del voto en el extranjero.
Esperemos que así sea y que las políticas de austeridad republicana que se llevarán a cabo en el sexenio, no les afecte, tal y como sucedió con el recorte considerable de los programas 3X1 que administraba la Secretaria de Desarrollo Social (SEDESOL), hoy Secretaría de Bienestar.
De acuerdo a la Presidenta de la Comisión del Migrante Mexicano de la Cámara de Diputados, Pilar Lozano “el Programa 3X1 sufrirá uno de los recortes más significativos en el Presupuesto de Egresos de 2019, pues lamentablemente, de los 517.88 millones de pesos que recibió en 2018, pasará a 200 millones de pesos en 2019, esto es, una reducción de más de 50 por ciento”.
Como una paliativo al tijeretazo, el gobierno mexicano les lanzó un guiño. A través del Instituto de los Mexicanos en el Exterior anunció que hará 13 foros de consulta en el mismo número de ciudades que incluye Los Angeles, Nueva York y Chicago para preguntarles cómo quieren ser tomados en cuentra en el Plan Nacional de Desarrollo 2018- 2024.
Pero falta mucho más, sobretodo en las batallas que se liberan al otro lado del Río Bravo, donde ellos están.
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