Estados Unidos – esa madeja de realidades complejas y cambiantes – está pasando por múltiples y agudas crisis, pero ¿qué significan? De hecho, el mundo está en una profunda crisis también. ¿Están relacionadas? ¿Cómo y por qué? ¿Qué significa todo este caos que vemos, hacia dónde vamos, y qué debemos hacer?
Hay que abrirnos paso en la densa neblina teórica que nos ciega y cubrirnos de la tupida granizada de hechos que nos golpea. Para empezar, Estados Unidos no es solo un país con problemas – es un proyecto mundial que está hoy en su fase terminal.
Para entender hay que remontarnos a 1945.
Cuando el orden mundial bajo la hegemonía británica se desplomó estrepitosamente, el mundo entero se reorganizó, no sin antes sufrir una terrible “Guerra de 30 Años” (las dos “guerras mundiales” del siglo pasado), bajo principios, contratos sociales, e instituciones nuevas bajo el liderazgo – o hegemonía mundial – de Estados Unidos.
Hubo previos periodos de caos sistémicos en la larga historia de la modernidad capitalista, con sus respectivas “guerras mundiales” y poderes hegemónicos que surgieron y reestablecieron el orden global bajo nuevos principios e instituciones, con contratos sociales nuevos que incluían a grupos sociales previamente excluidos, pero excluían a otros, aun cuantiosos, a quien explotar.
La Guerra Fría bipolar fue el nuevo orden geopolítico, social, y económico. Funcionó de maravilla en los años 50 y 60, cada superpoder a cargo de su “esfera.” De hecho, Estados Unidos puso en el “congelador” económico al campo socialista, a cambio de darles a los rusos su zona geopolítica y así, en rivalidad ideológica, ambos regular a sus respectivas poblaciones.
Pero como todo orden global con sus serias contradicciones inherentes, eventualmente entró en crisis, primero gradualmente y hoy estrepitosamente.
Perdieron su respectiva legitimidad las dos ideologías imperantes (liberalismo y marxismo-leninismo) al alcanzar sus limites los respectivos contratos sociales; en parte se debió a las derrotas militares en el Tercer Mundo que humillaron a ambos superpoderes, y la locura de la carrera armamentista nuclear.
Pero cuando la larga ola de prosperidad mundial comenzó a detenerse en los años 70, cada quién en el “Mundo Libre” empezó a jalar por su lado después del embargo de la OPEP, el mundo entró en un periodo de contracción económica general.
Los rusos ya no pudieron seguir en el juego y para el fin de los 80 se desplomaron y pasaron a la semiperiferia. Las élites estadounidenses, que aun comandaban la estancada economía mundial, dieron un viraje estratégico para salvarse: hacia su interior, sus élites revivieron la ideología más conservadora, previamente marginada por el liberalismo, para recortar el contrato social.
Hacia el mundo, impusieron primero el “Consenso de Washington” – el rapaz orden neoliberal que pauperiza al Sur Global para re-inflar la economía doméstica de consumo, cada vez más endeudada –. Luego, cuando estuvo claro que no sería suficiente, reactivaron su imperialismo militar, el último sector donde retienen supremacía, para imponer su dominación directa en Asia, en ausencia de su desvanecida hegemonía económica.
Ambos proyectos – el neoliberal y el neoimperialista – alcanzan sus limites en la era de Barack Obama.
El sorprendente ascenso del trumpismo se debe, precisamente, a que nada funcionó, ni para prevenir el ascenso de China, ni para atenuar el aparatoso crecimiento del la desigualdad social y económica mundial (fuera de China), lo cual sigue causando gran desorden social y geopolítico, y el desprestigio acelerado de EEUU con sus desplomes financieros y sus “guerras interminables”.
Pero Trump solo exacerbó las cosas.
El trumpismo – en la desesperación de las élites – se propone demoler ahora el contrato social doméstico e instalar un orden autoritario y blanco supremacista de corte neofascista, algo que solo está provocando la violencia política y social, y destruyendo ya la democracia misma.
Internacionalmente, el trumpismo solo ha desbaratado aún más al tenue orden económico y geopolítico, con su neo-mercantilismo trasnochado, que risa le da a los chinos que siguen con su ambiciosa Iniciativa de la Franja y la Ruta, y que terminó minando la relación atlántica con la UE.
Hasta los talibanes acaban de humillar al superpoder, después de 20 años de guerra contrainsurgente. ¡Trump solo avasalló a México!
Biden representa un último intento de componer las cosas desde el debilitado centro político liberal, después de 40 años de conservadurismo cada vez más desbocado.
Los rusos, con una economía de tercera y humillados desde los años 90 por el expansionismo hostil de la OTAN, están retando a Biden en Ucrania. (Probablemente los alemanes se van a entender con ellos, ignorando a los hoy histéricos norteamericanos). Y los chinos seguirán como van, ganando terreno económico y geopolítico en todo el mundo.
El problema general es que todo esto refleja un caos mundial y sistémico que puede llevarnos a una hecatombe peor que la última “guerra mundial” – y sin ninguna garantía que la humanidad o el planeta la sobrevivan.
No hay ni liderazgo ni proyecto global que tenga la legitimidad y poder de convocatoria suficiente para reordenar al mundo e inaugurar una nueva era de estabilidad, orden y prosperidad sustentable.
Si otro mundo post-capitalista es posible, no ha nacido aún. Ni hay partera para asistirlo.
Los problemas sistémicos seguirán exacerbándose, en ausencia de liderazgos proponiendo soluciones sistémicas. ¡Y en cuanto al capitalismo rapaz, ya no hay a quién exprimir – ni a la naturaleza misma!
El problema inmediato es que EEUU es el epicentro del caos sistémico y hoy está convulsionado por su extrema polarización política, contrato social hecho trizas, economía cada vez más endeudada, y fuerzas neofascistas desbocadas y en pie de guerra, con una izquierda aun incapaz de hacerle frente y un centro en estado de coma.
Norteamérica necesita su propia solución regional para que sea protagonista y contribuyente al mundo por nacer, y ayudar a que EEUU no caiga en un precipicio que arrastre al mundo.
Ahí entran México, Canadá, y todos los países de la región. Ese será el tema de mi próxima entrega.