José Carreño Figueras
NORTEAMÉRICA.- El gobierno de Donald Trump deberá equilibrar dos tendencias aparentemente contrapuestas: la retracción exigida por sus votantes y una realidad geopolítica que lo obliga a tratar con Canada y México.
No va a ser un equilibrio fácil. La elección de Trump se basó sobre la promesa de restaurar una grandeza tan imaginaria como la pérdida de status como la mayor potencia militar y económica mundial.
Pero “el robusto comercio, la infraestructura y los lazos culturales que Estados Unidos comparte con México y Canadá no pueden ser bruscamente cortados sin crear una turbulencia significativa en el país”, apuntó la organización de análisis Stratfor.
Trump comienza a dar señales de pragmatismo y esa es la mejor esperanza de los partidarios del libre comercio, pero de ninguna forma una fórmula de salvación.
Para I.M. Destler, profesor de la Escuela de Política Pública de la Universidad de Maryland, la prioridad inicial debe ser evitar daños serios a las estructuras existentes de libre comercio que los Estados Unidos y sus socios construyeron durante los últimos 75 años.
En ese marco, señaló que en lo que respecta al TLCAN, “Canadá y México ya están en consultas sobre como responder (pero) si el nuevo presidente quiere resultados positivos, probablemente van a tomar un rato”.
De acuerdo con varios analistas, las fuerzas que impulsan el nativismo, el proteccionismo y el sentimiento anti-establishment en los Estados Unidos probablemente obligarán al Washington de Trump a buscar un ajuste a sus políticas.
Pero al mismo tiempo, aunque los imperativos que llevaron al surgimiento de los Estados Unidos a fines del siglo XIX y durante el XX han cambiado, las bases de esos imperativos y su escala son diferentes. Es un país con intereses mundiales.
“Las ventajas únicas que destinaron a los Estados Unidos a convertirse en un imperio mundial reducirán las posibilidades de una drástica reducción de su política exterior”, aseveró Reva Goujon, jefe de análisis de Stratfor.
Se espera ciertamente que Trump tome algunas medidas fronterizas y busque la renegociación del Tratado Norteamericano de Libre Comercio (TLCAN), el destino de América del Norte como región -y los Estados Unidos están ligados a ella- depende de los equilibrios geopolíticos.
Por su propio interés, los Estados Unidos seguirán obligados a impedir que potencias como China o Rusia dominen sus vecindades “y no tendrán otra opción que confiar en socios regionales con intereses a menudo confrontados para manejar crisis en desarrollo”, advirtió Goujon.